Sobredosis de vocación por Mirta Moore
Alina era una de esas nenas que,
después de dejarse aplicar alcohol en una herida, se entretenía admirando el
prólogo de la cicatriz.
—¡Me gusta ver cómo se forma la
cascarita! –le decía a su madre, Myriam, en un típico ejercicio de elocuencia
infantil sobre lo obvio.
Myriam la recuerda jugando con su
muñeca, cuando la tumbaba sobre una alfombra peluda color naranja y narraba a
media voz que la pobre tenía fiebre. Y entonces corría a buscar un palito de
chupetín, lo agitaba, se lo colocaba debajo de la axila y le advertía
levantando el dedo índice:
—Quietita ¿eh? ¡No te movás! ¡Mirá que
me podés romper el termómetro!
O cuando buscaba por toda la casa una
linterna para revisarle la garganta mientras le decía con autoridad:
—Decí aaaaaaa bien grande. ¡Muy bien!
¡Qué bien se porta esta nena!
O aquella vez que, con casi seis años y
después de recibir una vacuna, le preguntó a la enfermera, muy suelta de
cuerpo:
— ¿Me podés hacer un favor? ¡Pero nada
de soldaditos que pelean, que a esa historia ya la sé! ¡Contame la verdad sobre
las vacunas!
O cuando iba al Jardín y
garabateaba recetas que firmaba y todo.
Su madre, jugando con ella, un día le
dijo:
—¡Pero…doctora Alina, no le entiendo la
letra! ¿Qué dice acá?
—A las doctoras no se nos entiende la
letra, pero a las maestras, sí.
Alina hablaba con conocimiento de
causa. Su madre era maestra. Maestra de almacomo se decía antes. De ésas, a
las que el contexto ahora les regala un menú cada vez más surtido de peligros
hasta llegar a su escuela, enclavada en uno de los sectores más percudidos de
la ciudad.
Y ella lo sigue haciendo con la misma
cuota de vocación, porque son las sonrisas y miradas esperanzadas de los chicos
las que guían sus pasos. De esos mismos chicos que así le piden que, al menos
ella, no los use.
Myriam aprendió, mal que le pese, que
los diptongos y los triángulos isósceles bien pueden esperar cuando el hambre
acosa.
Iris, la directora de la escuela,
admira a la seño Myriam por su valentía. Por haber criado sola a su única hija.
Porque todavía no sabe de dónde sacó fuerzas para salir adelante cuando perdió
a su marido en sólo cuarenta y ocho horas. Tiempo que le alcanzó y sobró a un
virus rapaz para acordarse de él y llevárselo. Rápido. Como para que no se
diera cuenta…
Los lavados
relatos de la muerte prematura de su padre signaron la infancia de Alina.
Myriam creía que era suficiente con
exhibir fotografías, en las que se adivinara el carácter jovial de un papá que
sonríe sin voz.
Alina creció con una deuda pendiente.
Se recibiría de médica para investigar todo sobre los virus. Las mil y una
caras que pueden adoptar esos impostores. Y dar con ellos para encerrarlos para
siempre en una cárcel de máxima seguridad. Porque para eso está la ciencia.
Alina
creció. Se preparó hasta el desmayo. Su madre ahorró peso sobre peso para
pagarle la academia. Y le reservó una sorpresa.
El día que
ingresó a Medicina, le regaló los cuatro tomos usados del Testut, el célebre
manual de anatomía de cuatro mil y pico de páginas.
Y Alina se
recibió con honores. Y su esfuerzo dio frutos.
Cada
mañana, tras saludar en francés a sus colegas, se zambulle feliz en los laboratorios
de un centro de investigación en Estrasburgo. Cuando regresa a su departamento,
todas las noches se comunica con su madre por web cam para contarle su rutina.
Aunque no hace falta, porque Myriam
sabe de memoria que ha destinado otra
jornada más en investigar cómo los
virus se desviven por desfigurar esas mismas células que sus alumnos dibujan,
prolijas y coloridas, en sus cuadernos.
Quién es la autora
Mirta
Moore naciò en Còrdoba,es profesora de Geografìa y ejerce la docencia a Nivel
Medio y Superior. Ha sido coautora de libros de texto y enciclopedias
geogràficas.
Se
desempeña como capacitadora en el àrea de Ciencias Sociales .
En los
ùltimos años se ha dedicado a escribir cuentos y novelas.
Sus
relatos breves,El
pèndulo del poder , Ochava, Busca el empate,Doble
cosecha y ¡Firme!
fueron publicados en el suplemento dominical del diario La Voz del Interior de
la ciudad de Còrdoba.
Su
microficciòn De
tributos y banquinas
fue editada por el periòdico porteño La Cita y su
cuento Sobredosis
de Vocaciòn, publicado
en la pàgina online de la Revista Rumbos Digital ,
figurò durante varias semanas de 2012 entre los tres màs leìdos del paìs.
Entre
sus novelas inèditas, figuran
Lealtades reversibles, En ayunas, Posiciòn adelantada,En las antìpodas del
azar. Se
halla abocada actualmente en la escritura de Las cartas de Luiggia.
Comentarios
Publicar un comentario