SEXUALIDAD NO ES LO MISMO QUE GENITALIDAD

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Cuando uno llega a una escuela y dice que coordinará un taller de Educación sexual, millones de fantasías, mitos, prejuicios y tabúes salen a la luz.

Por Mariana Dapuez*

Cuando uno llega a una escuela y dice que coordinará un taller de Educación sexual, millones de fantasías, mitos, prejuicios y tabúes salen a la luz. La primera aclaración para hacer es que sexualidad no es sinónimo de genitalidad, que el sexo –lo referido a lo biológico–, es una de las partes constitutivas de este concepto, no el único.
Hablar de sexualidad es pensar en uno mismo y su propia historia, que es un proceso esencialmente humano que se complejiza con aspectos psicológicos, sociales, culturales, económicos, éticos y supera ampliamente el haber nacido con pene o vulva.
Que eso hace referencia a la diferencia sexual anatómica, pero que hay diversidad de modos de construir la femineidad y la masculinidad, según nuestro contexto de crianza, los vínculos establecidos desde temprana edad, las características culturales, la clase social, entre otros factores.
El cuerpo que habitamos tiene diferentes significaciones según cada sujeto. La identidad de una persona se construye a lo largo de su vida y su historia se materializa a través del uso del cuerpo y su cotidianeidad, sus costumbres, influenciadas por imágenes, actitudes, gestos, valoraciones que cambian según sea la generación a la cual se pertenece, el momento histórico, social y cultural en el que estamos.
En nuestra sociedad existen estereotipos de género. Estos imponen, por ejemplo, la idea de que un cuerpo masculino es tal si representa la fuerza, el poder, el dominio de los espacios públicos, el trabajo, el manejo del dinero.
Por otro lado, según estos estereotipos, en el caso de las mujeres el cuerpo está vinculado con rasgos o características tales como debilidad, fragilidad, reproducción, pasividad y lo doméstico como espacio exclusivo. Sin embargo, a veces el cuerpo de la mujer tiene doble significación: por un lado, sólo asociado a la maternidad y reproducción y, por otro, sólo como objeto de deseo sexual, como producto de erotismo.
Los estereotipos son construcciones del imaginario social que funcionan como mandatos, entonces, quien se aleje o acerque a estos modelos será halagado o criticado.
Es por ello que sólo el conocimiento y el respeto del propio cuerpo y el respeto por el cuerpo del/la otro/a; el reconocimiento de la propia intimidad y la de los/as otros/as podrá habilitar un ejercicio saludable de la sexualidad, entendida esta como un conjunto de manifestaciones, deseos, fantasías, actitudes que se complejizan en el interjuego de aspectos sociales, biológicos, psicológicos, culturales, éticos y espirituales.
La toma de decisiones conscientes y reflexivas sobre el propio cuerpo, el respeto por la diversidad y la promoción de la salud, entre otras cuestiones, permitirán el ejercicio placentero y responsable de la sexualidad, la expresión de las emociones y la afectividad a través del cuerpo, la promoción de buenos tratos, la construcción de la autonomía para relacionarse con quien cada sujeto quiera, en el momento que quiera y en las condiciones que lo desee.
Los derechos en torno de la salud sexual y reproductiva en nuestro país fueron reivindicados en 2002 en el marco de la ley 25.673, que es una de las legislaciones precedentes a la ley de Educación Sexual integral. Además de Ley Nacional de Sida (23.798/1990); la ley de Protección Integral de los Derechos de las Niñas, niños y adolescentes (26.061/2005). También por leyes posteriores, como la de Protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en los ámbitos en que desarrollan sus relaciones interpersonales (26.485/2009); de Matrimonio igualitario (26.618/2010) y de Identidad de género (26.743/2011).
Es un paso indispensable para el goce de los derechos sexuales y reproductivos que el Estado, y especialmente la escuela, pueda generar acciones que tomen en cuenta las necesidades particulares de los niños, niñas y adolescentes, a partir de su diversidad y sus condiciones de vida. En este sentido, es necesario que la escuela articule con los servicios de salud locales para derivar oportunamente y abordar en forma conjunta aquellos aspectos que hacen a la atención de la salud y al acceso a información específica (por ejemplo, sobre métodos anticonceptivos), cuando superen las posibilidades curriculares pautadas en los lineamientos vigentes.
Cuando se comprende la complejidad de abordaje de esta temática, las resistencias comienzan a declinar y es posible trabajar en la institución, con los docentes, con las familias y con las/os chicos y chicas, adecuando las estrategias según las edades y etapas evolutivas de cada uno.
Por otro lado, cuando los ejes de abordaje se centran en los derechos, la equidad de género, la promoción de la salud y el respeto a la diversidad, las puertas de ingreso son innumerables, para utilizar actividades lúdicas acordes a los contenidos curriculares, definidos por el Consejo Federal de Educación desde 2008 y en el marco de la ley (26.150) vigente desde 2006.
Otra de las grandes aventuras en esta temática es atreverse a trabajar con otros, docentes, profesionales de diversas disciplinas, equipos de educación, salud o comunitarios. Nadie puede abarcar sólo la complejidad de esta tarea. La interdisciplina y la intersectorialidad son los aliados de la Educación Sexual.

*Psicóloga (UNC)-especialista en Psicología Educacional. Magíster en Género, Sociedad y Políticas Públicas (Flacso) y Docente del curso “Sexualidad, educación y perspectiva de género”, de la Facultad de Psicología (UNC).

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