Compartimos la siguiente nota sobre un proyecto sociocomunitario realizado en una escuela de Capital Federal. Extraído de: www.conversacionesnecesarias.org
La pedagogía como vínculo y la posibilidad de la igualdad. La experiencia del Proyecto “Puentes del Pueblo”. Federico M. González y Lucía Silva Beveraggi – Colectivo de estudiantes y profesores EMEM N° 3 D.E. 19 –
¿Cómo transmitir experiencias que, desde
el campo de la educación, contribuyen a construir prácticas escolares
más democráticas? Aquellos que formamos parte de este campo, nos
preguntamos constantemente este interrogante. Pregunta que aflora con
mayor densidad en contextos donde han ganado protagonismo ciertos
discursos punitivos, como el de la baja de la edad de imputabilidad.
Con el texto que sigue a continuación
queremos compartir e introducir una producción audiovisual que
realizaron estudiantes y docentes de la escuela EMEM N° 3, DE 19 de la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires, acerca de la violencia institucional en
los barrios marginados.
Ser pibes villerxs
No se dice en voz muy alta, y tampoco
está bien visto decirlo públicamente, pero lo cierto es que a las
personas que vivimos en las Villas nos llaman “villeros”. Eso somos para
la sociedad y a partir de eso nosotros le cambiamos el sentido, nos lo
apropiamos y nos identificamos llenos de orgullo porque ser villero es
muchas otras cosas que pocos conocen.
¿Pero qué es ser villero? ¿Quiénes somos
los “villeros”? Los medios de comunicación dicen que somos los que
robamos, los que lastimamos a otros y hasta los que matamos. Y eso
repite gran cantidad de personas que, por lo general, jamás ha pisado
una villa. Y entonces eso que dicen los medios se transforma en supuesta
verdad. Y así nos convertimos en negros, sucios, chorros, gente de no
confiar, de temer y, por ende, de encerrar. Y eso afecta, no sólo
nuestras subjetividades que se ponen en juego con cada estigma racista
que recibimos, sino además empeora nuestras vidas concretas y cotidianas
cuando no podemos conseguir trabajo por donde vivimos; cuando parece
que vivimos en condiciones indignas porque somos vagos y no trabajamos,
nos emborrachamos y drogamos; cuando en los hospitales no nos atienden o
en las escuelas nos echan. Pero, además, cuando la policía nos
secuestra, nos tortura y nos mata. Dicen que es porque robamos, nosotros
sabemos que es para escondernos y disciplinarnos.
¿Y quiénes somos nosotros, estos que aquí
escribimos? Nosotros somos estudiantes de la EMEM N° 3, DE 19, ubicada
en el Bajo Flores, en la villa 1 – 11 – 14. Es una escuela pública que
entre tantas acciones que realiza junto con el barrio participa del
Programa Jóvenes y Memoria. En este vamos abordando problemáticas
barriales, aprendiendo sobre derechos humanos e intentamos así
transformar algo de nuestra realidad, segregada, excluida y
estigmatizada.
En el año 2014, retomamos el caso de
Ezequiel Demonty, un pibe de la villa que, en el año 2002, la Policía
Federal secuestró, torturó y asesinó tirándolo al Riachuelo desde el ex
Puente José Félix Uriburu. Ezequiel estaba esperando un hijo junto con
su compañera, era cartonero y no sabía nadar. Los golpes y el agua
podrida fueron las últimas sensaciones que este villero sintió y que
ningún cronista relató.
Porque los pibes villerxs, cuando las
cámaras no están y la policía no nos pega, solemos hacer lo que hacemos
siempre: estudiar, trabajar, compartir, reír, amar, acompañarnos y
luchar. Así fue que nos pusimos en campaña para lograr que le cambien el
nombre al puente, que llevaba el nombre del primer dictador que tuvo
nuestro país, quién derrocó por las armas al primer Presidente elegido
constitucionalmente luego de la Ley Saénz Peña de voto secreto y
obligatorio. Nuestra propuesta era fuerte y sencilla: ese puente debía
llamarse Ezequiel Demonty. Por Ezequiel y en conmemoración de tantos
pibes villeros, siempre villeros, que sufrieron allí mismo torturas
policiales.
Y bueno, decidimos escribir para cambiar
el nombre del puente y, así, modificar un pedacito de la historia y de
nuestras historias.
Así fue como, en el marco del Programa
Jóvenes y Memoria, del Programa de Calidad y Extensión Legislativa del
Senado de la Nación, de la Campaña Nacional contra la Violencia
Institucional y de la Cátedra de Fundamentos de la Educación de la
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad de
La Plata, nos abocamos con los estudiantes y docentes de toda la escuela
a redactar el proyecto de Ley para cambiarle el nombre al Puente. En
sus fundamentos pudimos relatar todo aquello que sufrimos los villeros,
todo eso de lo que nadie habla y que es presentado como una serie de
problemas vinculados a la inseguridad. Y, al nombrarlo así, se construye
una única solución: la baja de la edad de imputabilidad.
Comenzamos una experiencia pedagógica
comunitaria, muy profunda, conformada por un grupo de estudiantes,
docentes, familiares de Ezequiel, vecinos que siempre luchan por los
pibes, y demás referentes políticos y sociales.
Cuando tuvimos el proyecto redactado por
nosotros fue el Diputado Nacional Leonardo Grosso el encargado de
presentarlo en el Congreso de la Nación. Allí comenzamos una campaña de
difusión en radios y otros medios para denunciar otras violencias que se
sufren en la villa, poder contar quiénes somos, qué es lo que anhelamos
y fundamentar nuestro proyecto a partir de todo lo que fuimos
aprendiendo en las distintas materias.
El Proyecto era tan claro, tan cierto,
tan verdadero que fue recibiendo apoyo día a día; porque la verdad
construye, la verdad siembra, la verdad crece y transforma. Y así, hacía
fin de año aquello que era un sueño, lleno de miedos e incertidumbres,
se transformó en realidad. Hoy ese Puente se llama Ezequiel Demonty. Y
cada vez que lo cruzan para ir a sus trabajos miles de villeros de un
lado y del otro del Riachuelo, de ida y de vuelta, ya no pasan por sobre
el recuerdo de un violento dictador, sino que son abrazos por el aura
inmensa y generosa de un pibe de barrio, de un cartonero, de un
laburante, de un hombre que estaba por ser papá.
Este proyecto, es una simple muestra de
lo que los pibes de las villas podemos, si recibimos las oportunidades
que necesitamos para crecer, si se garantizan nuestros derechos. Somos
pibes que a pesar de las inmensas hostilidades a las que nos depara este
sistema desigual, racista, discriminador y excluyente igual luchamos,
igual soñamos, igual creemos que es posible, igual amamos profundamente y
construimos en comunidad y de forma democrática. Vamos a la escuela,
participamos en proyectos y colaboramos en nuestra comunidad. Nos
arrasan, nos golpean, nos excluyen y nosotros escribimos, fundamentamos y
luchamos a través de la organizamos colectiva, el respeto y las leyes.
No somos nosotros, es el sistema. No es
un pibe que roba o que mata. Es un sistema que excluye, que promueve el
desamparo, que daña, que ofrece armas, que configura redes de delito
protegidas y manejadas por el poder.
La inseguridad no son los pibes, la
inseguridad es la exclusión, insegura es la desigualdad. Y en esto tal
vez podemos contarles qué es seguro: seguro es trabajar en comunidad,
seguro es incluir, seguro es confiar, seguro es amarnos.
¿Cuál es el lugar de la escuela?
En el 2003, Inés Dussel escribió un breve
artículo que titula “La escuela y la crisis de las ilusiones”. Allí
retoma el asesinato de Ezequiel por parte de la Policía Federal para
pensar el lugar de la escuela frente a las distintas crisis que las
sociedades contemporáneas atraviesan.
Preguntarnos por los jóvenes que habitan o
deberían habitar la escuela -en relación a lo que sostiene la última
Ley de Educación Nacional Nro. 26206- implica, necesariamente, la tarea
de hacer un lugar. Es decir, estar atentos de los que están y de los que
todavía no están en nuestras instituciones es una tarea
política-pedagógica que la escuela debe asumir de una forma particular:
inventar lo necesario para aquello que es del orden de lo simbólico
acontezca, inventar para enseñar de forma obstinada.
Es en ese desafío donde radica la
politicidad de la escuela. Es en la relación entre educación y política
donde la escuela se pregunta por los sin-parte, verifica la igualdad y
contribuye, así, a la distribución de nuestros bienes culturales. De eso
queremos hablar con nuestro vídeo, de aquello que acontece en la
escuela, en el barrio y de todo lo que es posible crear cuando
reconocemos a los jóvenes como sujetos con potencialidades infinitas.
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